Enanos y mongolitos

Relato extraído de www.mimesacojea.com un blog cojonudo!

Hoy, paseando por Bilbao, he visto a un enano y a un chico con síndrome de Down. ¡Al mismo tiempo! Estaban en un paso de cebra, pero no se conocían ni nada, ¿vale? Yo me he puesto en medio, entre uno y otro.

En ese momento, mientras esperaba a que se pusiera en verde, me he sentido normal, que es como llama mi madre a los heterosexuales (“tengo cinco vecinos gays y el resto, normales”, suele decir). Es raro sentirse normal. Me he sentido como una persona con piernas en la cabezera una manifestación de la AVT. O una con conciencia.

Y el caso es que en ese paso de cebra, embriagado por mi aparente normalidad, me ha asediado una duda: ¿qué hay más, mongolitos o enanos? No es broma. No pretende serlo. Lo he pensado en serio. Era el momento perfecto para averiguarlo, tenía un representante de cada colectivo a cada lado. Bastaba con preguntarle al enano: “¿cuántos sois vosotros?”, y luego preguntárselo al chico con síndrome de Down. No lo he hecho porque, claro, la perspectiva de ser hostiado por un mongolito y un enano en plena Gran Vía no compensaba mi sed de información.

Ya me imaginaba el titular de El Correo: «Joven discapacitado es apaleado por otros dos. El alcalde Iñaki Azkuna ha declarado dice que los bares cierran muy tarde.»

Pero la duda me corroía, así que, al llegar a casa, le he dicho a mi chica: “Hola, cariño. ¿Qué tal el día? ¿Bien? Guay. Oye, ¿tú qué crees, que hay más downs o enanos?”

Ella me ha mirado como me mira siempre que sopesa abandonarme, y luego, con una naturalidad pasmosa, me ha respondido:

«Downs.»

Yo: ¡¿Cómo puedes estar tan segura?!, porque, quiero decir, o sea, ¿en qué te basas?

Ella: En los grupos. Los chicos con síndrome de Down salen en grupo y tienen parejas y eso. Ves grupos grandes paseando, de excursión, yendo al trabajo todos juntos… ¿Pero alguna vez has visto un grupo de enanos?

Yo: Sí. En La parada de los monstruos.

Ella: Digo en la realidad.

Yo: En la reali… Ah, entonces no.

Tesis A: Mi chica es más lista que yo, al menos en lo que a capacidad deductiva se refiere.

Tesis B: Si la tesis A es correcta, hay más mongolitos que enanos en el mundo.

Pero, ¿y zurdos? ¿Hay más enanos que zurdos?

¡Cariñooooo!

1

Verborrea

Cualquier individuo con la suficiente experiencia social sabe que la clave para unas relaciones humanas sanas es hablar poco.

A la mayoría de la gente le pierde la boca, particularmente a la hora del cortejo. Una frase amable siempre será bien recibida, pero un exceso de nerviosa verborrea puede convertir el más agradable comentario en una aberración.

Hagamos un ejercicio, lector varón.

Aquí te dejo cinco ejemplos para que vayas practicando tu contención verbal:

Eres exactamente mi tipo de mujer. BIEN

Eres exactamente mi tipo de mujer, y todas tus amigas también. MAL

Si hiciera una película te daría el papel protagonista. BIEN

Si hiciera una película te daría el papel protagonista, de momento hay cinco productoras interesadas en mi guión “Semen en jovencitas”. MAL

Si un día descubro una estrella le pondré tu nombre. BIEN

Si un día descubro una estrella le pondré tu nombre, así cuando alcance su masa crítica serás mi agujero negro. MAL

Me parece genial que las mujeres por fin conquistéis el rol social que merecéis. BIEN

Me parece genial que las mujeres por fin conquistéis el rol social que merecéis siempre y cuando lleguéis a tiempo para hacer la cena. MAL

Te quiero. BIEN
Te quiero empalar. MAL

Extraído de internet, me hizo gracia y lo tenía que compartir..xDD

1

Razón por la que los hombres no escuchan

«¡Nunca me escuchas!» A partir de ahora las mujeres (nuestras novias y
esposas) ya no podrán utilizar más esta excusa. Como no, de nuevo la
Ciencia vuelve a salir en nuestra defensa y ha puesto las cosas claras:
es totalmente falso que un hombre tienda a negar su atención al
escuchar una voz femenina.

Todo esto viene a raíz de la típica frase «Los hombres no pueden hacer dos cosas a la vez». Aunque algunos tiendan a pensar que solo es machismo o feminismo (dependiendo de aquel que lo diga y escuche), resulta que es totalmente cierto, y se basa en las diferencias existentes a nivel evolutivo entre los cerebros masculinos y femeninos.

“Una de las mayores molestias femeninas es que los varones no ponen atención a lo que ellas les cuentan, pero no es que se hagan los locos o que sean distraídos; el punto es que científicamente se ha comprobado que el cerebro masculino tarda en decodificar la voz femenina”, explicó Georgina Montemayor, especialista en estudios del aprendizaje y el cerebro del Departamento de Anatomía de la Facultad de Medicina de la UNAM.

De acuerdo con una investigación realizada a finales del año pasado en Estados Unidos para detectar qué escuchaban los esquizofrénicos, entre los resultados se encontró que el hombre decodificaba de manera más lenta a la voz femenina que a la masculina.

Hombres y mujeres que participaron en el experimento fueron sometidos a resonancias magnéticas para ver qué zonas se activaban cuando escuchaban registros de voces femeninas y masculinas, y fue así como se detectó que el cerebro del hombre tarda en entender los sonidos femeninos.

Con base en estos resultados, ahora se sabe que no es que ellos no quieran poner atención a las mujeres, sino que tardan en descifrar sus sonidos.

Cuando los varones escuchan una voz femenina, pasa por su oído y luego la procesan en el hemisferio derecho, donde se procesa la música. “Su lado derecho va decodificando la voz femenina como si fuera una partitura musical, entonces para cuando la mujer termina la frase, el hombre apenas está descifrando el inicio”, indicó la doctora Montemayor.

Esto es debido principalmente a que el cerebro masculino no posee, por lo general, una buena comunicación entre los hemisferios derecho e izquierdo, lo que provoca esa lentitud de proceso ante una voz de toques armónicos como es la de la mujer, la cual en vez de entender sus palabras como datos, las asimila como una melodía musical.

Aunado a esto, detalló la especialista de la UNAM, la mujer habla en forma circular o de espiral, y el hombre no es capaz de seguir su ritmo, por lo cual se pierde en la conversación.

“La mujer dice: Vi a Margarita, sí Margarita, la esposa de Pepe, el primo de Juan, Juan el que era abogado ¿Si te acuerdas? Bueno, pues hoy me la encontré”. Esta manera de hablar, comentó la doctora, es circular y es precisamente una conversación así la que confunde a los hombres.

En cambio, entre las mujeres sí puede haber una conversación espiral, o hablar entre paréntesis, porque la comunicación que hay entre sus dos hemisferios del cerebro le permiten hacer o entender varias cosas al mismo tiempo, aunque no tengan ningún sentido.

Las mujeres, al tener bien comunicados los dos hemisferios, tienen un mayor dominio del lenguaje, porque las dos zonas están activas. En cambio, en el hombre sólo se activa su lado izquierdo del lenguaje y, por ello, tienen mayor dificultad que la mujer para expresarse. Por eso dicen que las mujeres hablan más y que el hombre no dice nada. En la zona del cerebro femenino que está atrás de la frente, denominada corteza prefrontal, hay más neuronas que en esa misma zona del cerebro masculino. Aquí es donde se toman las decisiones y, por ello, la mujer tarda más en tomarlas, pero una vez tomada ya no hay en su cerebro rastro alguno de duda, pues son más firmes en sus decisiones.

Sin embargo esta ventaja se contraresta con el hecho de que una estructura del cerebro llamada cíngulo está más desarrollada en las mujeres y eso ocasiona que se preocupe más por todo, por lo que aun firmes en su decisiónes, penan antes de tomarlas, en el desarrollo de estas, y una vez finalizadas.

Todo ello se debe además a que aunque el número de neuronas es el mismo tanto en el cerebro femenino como en el masculino, el femenino es más pequeño, por lo que la comunicación entre neuronas resulta más eficiente aun cuando no se ejercita de manera habitual.

El hombre, además, tiene una lateralización y su atención suele estar dirigida a una sola tarea. Cuando usa el ordenador, por ejemplo, sólo puede hacer eso, y no es que no quiera poner atención a lo que le rodea, es que en ese momento esta concentrado en una sola cosa. No obstante, esto le permite un alcance mayor de concentración que las mujeres, por lo cual se desarrollan mejor en áreas duras como la física y las matemáticas. De ahi que podamos completar la frase inicial de la siguiente manera «Los hombres no pueden hacer dos cosas al mismo tiempo, pero la que hacen, la hacen bien».

Sin embargo, el estudio también descubrió que cuando un hombre escucha la voz de otro varón, en poco tiempo cree que se escucha a sí mismo, porque se activan las zonas de la memoria episódica, donde se guardan los acontecimientos de la vida personal, y por tanto, asimila más rápido los datos que recibe y por ello da la impresión de prestar más atención.

El estudio no se queda ahi, si no que también concluyó que los hombres sólo ponen atención cuando cortejan a la mujer o cuando quieren obtener algo, pero una vez que logran el objetivo dejan de escuchar. Por ello, la investigadora de la UNAM señaló que si las mujeres quieren conservar la atención de los hombres deben:

  1. Dar instrucciones precisas cuando hablen con sus parejas.
  2. Evitar divagar.
  3. No hablar en el juego espiral o circular porque el interlocutor se pierde.
  4. Usar un tono de voz más grave, como en forma seductora, eso atrae al varón.
  5. Decir frases cortas, porque la plática larga tiende a perder la atención del escucha.

La doctora Montemayor aclaró que puede haber hombres que no se ajusten a este descubrimiento, porque siempre hay variaciones. No obstante, es un modelo científico que permite explicar y entender conductas humanas.

 

1

La vida del informático Wardog

Gracias a Meneame escontre este blog, un hombre que merece ser conocido por la genialidad de sus entradas. Historias verdaderas contadas con ironía y un poco de humor ácido. Esta es una de ellas, la verdad que no sabia muy bien cual elegir.

El Problema del TPV

-Si lo que yo quiero es muy sencillo, es como la contabilidad. ¿Me entiendes?

-No. Estamos hablando de un TPV que no hace nada de contabilidad.

-Hijo, de verdad, no sé que te enseñaron en la escuela…

-A pensar. Siga, $Boss. Un TPV es como la contabilidad.

-Sí, es muy fácil. Todos los clientes de presupuesto tienen que tener dos cuentas. Una con lo que deben y otra con lo que pagan y al final el balance tiene que ser cero – me explica mientras garabatea en un folio las columnas del debe y el haber.

-Vale. Eso ya está hecho. SI un cliente debe algo, se le hace ese seguimiento. No hay que ser una lumbrera para entender que eso debe existir.

-¡Pues no se hace! ¡No sé lo que me deben!

-Pero eso no es un problema informático.

-¡Cómo que no! ¿Pues para qué hiciste el programa?

-Para que se controlase eso.

-¿Pues entonces?

-El problema está en los periféricos orgánicos de activación mecánica de la interfaz física de entrada de datos.

Me mira estupefacto.

-Los usuarios- le aclaro.

-¡Siempre echando la culpa a los demás! ¡Joder!

-No es mi intención. Pero a ver. Usted es un cliente y va a comprar a cualquiera de sus tiendas. Haga la prueba cuando quiera. Pague a un transeúnte para que entre en una de sus tiendas y le explique el proceso.

-Mira qué listo. ¿Y tú cómo sabes lo que pasa?

-Porque me duele el alma de montar tiendas. ¿Le explico?

Se reclina en la silla y cruza los brazos. Me mira fijamente y muy serio. No sé si pretende darme miedo o intenta descifrar mi expresión plácida y sonriente como la de un androide congelado. Coge un paquete de chicles de la mesa, se mete uno en la boca y se adelanta hacia la mesa que nos separa apoyando los brazos sobre ella y mirando hacia un punto indeterminado entre él y yo. Parece concentrado como un bote de lavavajillas del bueno.

-Es muy sencillo. Es como la contabilidad- levanta las cejas y ahoga
una reprimenda al ver que no paro para esperar su reacción.- El cliente
llega con un activo de voluntad para comprar. Entra en la tienda y ve
todo muy bonito, muy limpio y muy ordenadito. La mercancía es vistosa y
parece que cumple con sus expectativas. Busca el mostrador y ve uno la
mar de cuco. Hay tres dependientas tras el mostrador charlando
animadamente. Una suave melodía de jazz flota en el ambiente relajado
de la tienda.

Mi jefe se revuelve impaciente. A él le encanta ese ambiente, ése es
el estilo que quiere para su cadena de tiendas. Le estoy diciendo algo
que él ya sabe y no le gusta perder el tiempo. Sin embargo, es
necesario.

-El cliente se dirige a las dependientas y les da los buenos días.
Se queda esperando a que le contesten pero las dependientas están
demasiado ocupadas cacareando. Comenzamos a sumar en el pasivo de la
cuenta de  ganas de comprar del cliente unos cuantos puntos. Vuelve a
dar los buenos días. Sigue ignorado. Alza más la voz, y una de las
dependientas medio gira la cabeza para saludarle y preguntarle si
quiere algo. El cliente pide algo así como un presupuesto. Por ejemplo.
Explica lo que quiere y la dependienta va apuntando en un cuaderno.

$Boss me mira raro. De momento no hay nada extraño en el
comportamiento de los usuarios excepto quizá cierto despiste. Sigo sin
prisa. Está claro que no se quiere quedar con la historia a medias,
pero ya se está predisponiendo en contra del informático quisquilloso.
Me encanta.

-El cliente quiere saber si los apechusques coloraos los tendrán es
el almacén porque le corren mucha prisa y si las argamufas las tienen
que fabricar a propósito en la medida que él necesita. Entonces, la
dependienta mira hacia el ordenador y el cliente piensa “caramba, qué
preparados están”. Pero enseguida la dependienta le dice «Uy, pues lo
tengo que preguntar a fábrica». Entonces el cliente se queda esperando
en silencio, añadiendo otros pocos puntos al pasivo en su cuenta de
ganas de comprar. Como la dependienta se le queda mirando igualmente,
el cliente le dice: « Pregunta, pregunta, me espero » « Es que no están
ahora.» Y oiga, que son las once de la mañana. El cliente añade otro
chorro de puntos más al pasivo. Aún así, como el producto es bueno,
sigue en la tienda. «¿Cuándo lo vas a saber? » «Pásese la semana que
viene ». Eso sólo para que le den una información.

»A la semana siguiente el buen hombre llega a la tienda de nuevo,
con el balance de ganas muy equilibrado ya. Le dicen que no tienen
apechusques y que las argamufas no saben si hay que hacerlas
explícitamente en esa medida o no, pero que el precio “varía muy poco,
cien o doscientos euros como mucho”. En un artículo de cuatrocientos
euros, pues es un margen aceptable.

Ya se le van revolviendo las tripillas al $Boss. Ya no mastica chicle, sólo aprieta las mandíbulas.

-El cliente se queda con una cara de póker del quince. Aún así, firma el presupuesto en el cuaderno y paga una señal.

-¡Ojo lo que te enrrollas! ¿Por qué firma sobre un cuaderno? ¿Es que el ordenador no hace presupuestos?

-No.

-¡Joder! ¡Pues me dijiste que si!

-Mea culpa. Me expresé mal. El ordenador tiene una aplicación para
poder confeccionar presupuestos. Ahora, sólo no funciona. Necesita que
alguien pique los datos.

-¿Y qué pasa, que no los pican?

-Claro que los pican. Pero al final. ¿Cómo que al final?

-Al final, al hacer balance. El cliente recibe la mercancía y paga.
Pero resulta que de todo lo que pedía, los apechusques no son coloraos,
sino verdelima y encima están machados. Un fallo lo tiene cualquiera
así que pide que lo devuelvan y le den lo que él pidió.

-Claro, y entonces avisan a la central y se hace una devolución con el traspaso de mercancía entre almacenes y…

-No.

-¿Cómo que no?

-Como que no. Eso, al final.

-¿Todo al final?

-Todo. El cliente ya tiene la cuenta de pasivo a rebosar y está
poniendo los números en un rollo de papel higiénico de larga que es la
cifra. Dos meses después reciben los apechusques coloraos. Al abrirlos,
resulta que no son coloraos, sino verdelima y manchados.

-Imposible.

-Lo que yo le diga, que lo han visto estos ojos que se han de comer los
rayos catódicos de mi monitor. El cliente ya no quiere los apechusques
ni coloraos ni verdelima ni transparentes. Quiere su dinero.

-¡Pero no se devuelve el dinero! ¡Lo tengo prohibido!- brinca exhaltado.

-Tranquilo, no se sulfure. La dependienta le explica muy amablemente
que la política de la empresa es de entregar un vale por el importe a
devolver. Al cliente no le hace mucha gracia pero acepta. La
dependienta mira el ordenador y parece meditar unos segundos. Agarra
una tarjeta, le da la vuelta y escribe “vale por chopocientos euros”.
Le planta un sello y se lo da al hombre, que lo mira desconfiado.

-¿Cómo que…?¿Y el ordenador no hace vales?

-No. El ordenador…

-Sí ya, que si no lo meten no lo hace.

-Bingo. Sin embargo el cliente se ha ido hasta los huevos y si vuelve es a gastarse el vale. La contabilidad no falla.

-Pero y entonces, ¿cómo es que hay presupuestos grabados en el programa?

-Son finales. Cuando el cliente se ha ido ya, ha pagado todo, ha
devuelto todo lo que tenía que devolver, ha llorado, maldecido,
implorado, suplicado y amenazado; entonces es cuando se hace todo el
proceso. Pican el presupuesto copiando del cuaderno. Tres meses
después, claro. Pero lo pican. Lo que pasa es que han ido poniendo un
punto rojo a lo que iban recibiendo, dos puntos rojos a lo que faltaba
por venir, un punto negro a lo que está entregado y tachando lo que se
ha devuelto. Lo que pasa es que a veces no se entiende muy bien lo que
pone y se lo inventan. A continuación meten los pagos que tienen
apuntados en el cuaderno. Aceptan el presupuesto, lo imprimen, lo
sellan, lo firman y lo mandan por fax a la central como si aquí no
tuviésemos sus datos.

-¡Pero eso es una locura!

-Ya. Por eso no cuadran las cajas ni las existencias. Porque si se
devuelven cosas y no se indican en el ordenador, el ordenador no sabe
lo que va en el activo ni en el pasivo ni nada.

-¡Joder!

-Pero es que luego los vales de cartón los cobran como si fuese dinero
en metálico. Y como se pasan en la caja, lo compensan con gastos o
dicen que se equivocaron marcando tarjeta en lugar de efectivo o algo
parecido.

-¿Y la mercancía que sobra?

-Llaman a fábrica indignadísimas diciendo que ellas no han pedido eso.

-¿Y tú cómo permites eso?

-Si es que a mí me da igual, oiga.

-¡Cómo que te da igual! Esto ya es el colmo, vamos. Que se estén
haciendo las cosas mal y que te de lo mismo. Es que es inaudito, de
verdad- me grita levantándose de la silla. Sonrisa de androide.

-A ver, que no me explico bien- le miro y se va poniendo cetrino. La
vesícula empieza a fallar.- Yo detecté al principio vicios de estos y
le comenté a la encargada de las tiendas que se estaba trabajando de
manera errónea. Tuve una reunión con ella y le expliqué qué hacían mal
y cómo se tenía que hacer para que la cosa fuese rodada.

-¿Pues entonces?

-Ella instauró el actual plan de trabajo. Fue ella la que dijo que se
hiciesen las cosas cuando estuviese todo claro para que no hubiesen
problemas. Será que me explico mal…

-¡La hostia! ¡Llama a la encargada esa!

Agarro el trimpititer y marco un número. Un tono, dos tonos, tres tonos… manos libres, cuatro tonos…

-Mmmmm… ¿dígame?

-¿Eres Rasillona?

-¡Hola Wardog! ¡Habla rápido que estoy hablando por el fax y queda poca tinta!

-Nada, que $Boss quiere hablar contigo acerca de tu nuevo plan de trabajo.

-¡Ah, vale, dile que en cuanto acabe de hablar con el financiero voy!

-¿El financiero?

-Lucky.

-El contable, coño.

-Es que tu lo dices más fino.

Se oye un golpe.

-¿Qué ha sido eso?

-Nada, nada, que estaba haciendo una captura de pantalla que me han
pedido de un proveedor para ver nuestro stock y se me ha resbalado la
cámara de fotos y se ha caído al suelo, pero no se ha roto ni nada.

Miro al $Boss y está llorando encogido en un rincón.

-Bueno, mira, es igual, que vengas enseguida, por favor.

-Voy, voy, termino con Lucky, mando unos albaranes para que me
deliberen unas cosas que he comprado, arqueo las facturas, piticlineo
un email urgente por fax y voy para allá.

-Vale, moza, lo que tú quieras.

Si llega a decir una gilipollez más se hubiese replegado sobre sí
misma en una suprenova al provocar una perturbación cósmica del cagarse
en el equilibrio universal. Me acerco al $Boss y le doy una palmadita
en la espalda, le obligo a sacarse el dedo gordo de la boca y le seco
las lágrimas con su corbata. Le siento en su silla y con mi mejor
sonrisa de androide le digo:

-Le acompaño en el sentimiento. Ánimo.

Se derrumba llorando sobre la mesa mientras yo me alejo silbando la
de “La muerte tenia un precio” con una sonrisa de oreja a oreja.

Y aqui un comentario de helpdesk en la entrada Idiota que tampoco tiene desperdicio:

Caso 1

Técnico de Servicio: ¿Qué computador tiene?

Usuari@: Uno blanco

Técnico de Servicio: (Silencio)

Caso 2

Usuari@: ¡Hola!. No puedo sacar el disquete de la disquetera.

Técnico de Servicio: ¿Ha intentado apretar el botón?

Usuari@: Sí, claro, está como pegado…

Técnico de Servicio: Eso no suena bien, tomaré nota.

Usuari@: No… Espera… No había metido el disquete… está todavía en la mesa…, gracias.

Caso 3

Técnico de Servicio: Haga clic sobre el ícono de ‘Mi PC’, a la izquierda de la pantalla.

Usuari@: ¿Su izquierda o mi izquierda?

Caso 4

Técnico de Servicio: Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle?

Usuari@: Hola, no puedo imprimir.

Técnico de Servicio: Por favor dé clic en ‘inicio’ y…

Usuari@: Escuche, no empiece con tecnicismos, no soy experta en computadores. ¡Coño!

Caso 5

Usuari@: Hola, buenas tardes, no puedo imprimir, cada vez que lo
intento dice ‘No se encuentra impresora’. He cogido incluso la
impresora, la he colocado en frente del monitor pero el ordenador
todavía dice que no la puede encontrar.

Caso 6

Usuari@: Tengo problemas para imprimir en rojo.

Técnico de Servicio: ¿Tiene una impresora a color?

Usuari@: No, la mía es blanca.

Caso 7

Técnico de Servicio: ¿Qué ve en su monitor ahora mismo?

Usuari@: Un osito de peluche que mi novio me compró.

1