En cierta ocasión Chuang Tsé soñó que era una mariposa revoloteando aquí y allá, con felicidad y haciendo lo que quería. No sabía que era Chuang Tsé. Era sólo una mariposa. De pronto, se despertó y se encontró ahí acostado, Chuang-Tsé otra vez. Entonces se preguntó a sí mismo:
«¿Era antes un hombre que soñaba ser una mariposa, o soy ahora una mariposa que sueña ser un hombre?»
Un guerrero japonés fue capturado por sus enemigos y encarcelado. Aquella noche no podía dormir, porque sabía que al día siguiente iba a ser interrogado, torturado y ejecutado. Entonces surgieron en su mente las palabras de su maestro Zen:
«El mañana no es real. Es una ilusión. La única realidad es el Ahora. El verdadero sufrimiento es vivir ignorando esta enseñanza».
En medio de su terror, súbitamente comprendió el sentido de estas palabras, se sintió en paz y durmió tranquilamente.
Hui-neng llegó al monasterio de la provincia de Kuang y se encontró con cuatro discípulos que discutían acaloradamente sobre una bandera que ondeaba sobre sus cabezas.
Uno de ellos decía:
-Esa bandera es un objeto inanimado y es el viento quien la hace ondear- a lo que otro discípulo respondía:
-Tanto el viento como la bandera son inanimados, por lo que el ondear es un imposible.
Otro añadió:
-El ondear se debe sin duda a una condición de causa y efecto-, a lo que el cuarto discípulo replicó:
-En el fondo, no hay bandera ondeando sino es el viento lo que ondea de por sí.
Viendo esto, Hui-neng se acercó y les dijo:
-Señores, ni viento ni bandera; en realidad, lo que yo veo ondeando aquí sin cesar son vuestras mentes.
Un discípulo le dijo a Chao-chou:
-Maestro, por favor, enséñame lo que es el Zen.
Chao-chou dijo:
-¿Has comido ya tu arroz?
-Ya las he comido.
-Entonces lava tu tazón.
-Maestro, dices que el universo entero es un cristal transparente ¿Cómo debe entenderse eso?
-El universo entero es como un cristal transparente, ¿de que sirve entenderlo?
-Maestro, ¿qué es el Zen?
-Cuando tengas hambre, come; cuando tengas sueño, duerme.
Un discípulo preguntó:
-¿Cuál es la enseñanza final del budismo?
El maestro respondió:
-No la comprenderás antes de poseerla.
-Maestro, dime, ¿cuál es la Verdad esencial?
-Hijo mío, no tengo ni la más remota idea
Joshu preguntó una vez a un monje:
-¿Estuviste alguna vez aquí?
-Sí, señor, estuve.
-Toma una taza de té.
Después llegó otro monje y le formuló la misma pregunta, pero la repuesta fue distinta:
-Jamás estuve aquí, señor.
Sin embargo el viejo maestro contestó igual que antes:
-Toma una taza de té.
Más tarde Inju, el administrador del monasterio, preguntó al maestro:
-¿Cómo es que formulaste el mismo ofrecimiento de una taza de té sin tener en cuenta cuál era la respuesta del monje?
Joshu exclamó:
-¡Oh, Inju!
-Sí, maestro.
-Toma una taza de té.
En cierta ocasión a se le preguntó a un gran maestro:
-¿Hacéis ininterrumpidos esfuerzos por ejercitarte en la verdad?
-Ciertamente, los hago.
-¿Cómo te conduces?
-Si tengo hambre, como. Si estoy cansado, descanso o me acuesto un rato.
-Eso hace todo el mundo. ¿Se puede decir que cualquiera se comporta o ejercita como tú?
-No, porque los demás, cuando comen, no comen, sino que andan dando vuelta a los más diversos asuntos, dejándose molestar por ellos. Si duermen, en realidad no es dormir lo que hacen, sino soñar en un sinfín de cosas.
-Comemos y nos vestimos diariamente ¿cómo podríamos liberarnos de esas obligaciones?
-Comemos y nos vestimos –respondió Ma Tchú.
-No comprendo.
-Si no comprendes, viste tu ropa y come tu comida.
Los monjes deseaban que su maestro Hyakuyo les de una clase sobre el Zen. El dijo:
-Ayudad en el cultivo del campo y después tendré mucho gusto en comunicarles todo sobre el Zen.
Una vez que ellos habían realizado el trabajo, le pidieron al maestro que cumpliera su promesa. Este extendió ambos brazos, pero no dijo ni una sola palabra. Fue su gran discurso.
El maestro preguntó a un estudioso:
-¿De dónde vienes?
-Vengo del Oeste del río –contestó el aludido.
-¿Cuántas sandalias has usado para dar una respuesta tan estúpida?
-Maestro, ¿Dónde está el Buda?
-En una piedra –contestó Chi Chuang
-No entiendo
-Por suerte, sino tu cabeza estallaría en mil pedazos.
-¿Qué es el Tao?
-La vida de cada día es Tao.
-En la vida de cada día sólo se aprecia eso: la vida vulgar de cada día, pero el Tao no se ve por ningún lado.
-Ahí está la diferencia, en que unos lo ven y otros no.
-¿Qué es el zen?
-Hoy está nublado y no contestaré.
Un discípulo pregunta cómo podría demostrarse la verdad del Zen.
El maestro levanta un palo que tenía en la mano.
El alumno le pregunta:
-¿Eso es todo? ¿No hay nada más?
Entonces el maestro baja el palo.
Un discípulo le pregunta a Yao-shan:
-¿En qué piensas?
-En aquello que trasciende al pensamiento.
-¿Y cómo haces?
-No pensando.
-¿Qué es la vida?
– Eso que sucede mientras estás pensando en otras cosas.
-¿Qué es la mente?
-La Mente
-No entiendo.
-Yo tampoco.
-¿Cómo puedo escapar de la esclavitud de nacimiento y muerte?
-¿Dónde estás ahora?
-¿Dónde está el Tao?
-Delante de ti.
-No lo veo.
-No puedes verlo a causa de tu egoísmo.
-¿Y tú lo ves?
-En la medida que hay “yo” y “tú”, no hay visión del Tao.
-Cuando no hay ni “yo” ni “tú”, ¿se ve el Tao?
-Cuando no hay ni “yo” ni “tú”, ¿quién está para ver el Tao?
-¿Cuál es el camino más corto para llegar al Satori?
-Atención.
-Además de esto, ¿qué se necesita?
-Atención, atención.
-Ya sé que es muy importante, sí, pero, ¿cuál es lo último, lo que viene después?
-Atención, atención, atención.
-¿Cómo alcanzaré la vida eterna?
-Ya es la vida eterna. Entra en el presente.
-Pero ya estoy en el presente… ¿o no?
-No.
-¿Por qué no?
-Porque no has renunciado al pasado.
-¿Y por qué iba a renunciar a mi pasado? No todo el pasado es malo…
-No hay que renunciar al pasado porque sea malo, sino porque está muerto.
El Maestro dijo:
-¿Quién de vosotros conoce la fragancia de la rosa?
Todos la conocían.
Entonces les dijo:
-Expresadlo con palabras.
Todos guardaron silencio.
Preguntado acerca de cómo ingresar en el sendero de la verdad, el maestro respondió:
-¿Oyes el murmullo de la fuente?
-Si, lo oigo-, dijo el discípulo.
-Hay un modo de ingresar.
Nan-in fue visitado por una persona interesada en informarse sobre el Zen. Al verlo tan ansioso, Nan-in lo invitó primero a tomar el té. Al servirle a su visitante, le llenó la taza hasta el borde y no dejaba de volcar el líquido hasta que el huésped exclamó:
-¡Basta, no cabe más!
Nan-in dejó a un lado la tetera y señalando la taza, respondió:
-Usted, como esta taza, está lleno de preconceptos. Cuando vacíe su taza, yo le hablaré sobre el Zen.
Después de años de entrenamiento, el discípulo pidió a su maestro que le otorgara la iluminación.
El maestro lo condujo a un bosquecillo de bambúes y le dijo:
-Observa qué alto es ese bambú. Y mira aquel otro, que corto es.
En aquel momento el discípulo recibió la iluminación.
En cierta ocasión mostró Buddha una flor a sus discípulos y les pidió que dijera algo acerca de ella.
Ellos estuvieron un rato contemplándola en silencio.
Uno pronunció una conferencia filosófica sobre la flor. Otro creó un poema. Otro ideó una parábola. Todos tratando de quedar por encima de los demás.
Mahakashyap miró la flor, sonrió y no dijo nada. Sólo él la había visto.
El maestro Tozan estaba pesando lino en la despensa.
Un monje se acercó a él y le preguntó:
-¿Qué es Buda?
-Este lino pesa cinco libras.
-Vengo a ti con nada en las manos –dijo el discípulo.
-Entonces suéltalo enseguida –respondió el maestro.
-Pero ¿cómo voy a soltarlo si es nada?
-Entonces llévatelo contigo.
El maestro Nansén estaba lavando sus ropas. Un discípulo le preguntó:
-¿El maestro todavía hace esas cosas?
El maestro Nansén, levantando las prendas y mostrándoselas, dijo:
-¿Y qué ha de hacerse con ellas?